La inmensidad

La inmensidadCuando veo las ruinas arqueológicas de alguna ciudad, no puedo evitar que mi mente se desate e imagine la clase de personas que habitarían entre aquellos muros y cómo serían sus vidas. De hecho, si permaneces el tiempo necesario, y permites la experiencia, la vibración del lugar puede invadirte y llegas a sintonizar con la esencia de sus gentes y sus quehaceres. 

Te das cuenta de que la inmensidad se alimenta de historias mensurables. Historias que empezaron y acabaron. Una tras otra se van sucediendo en el transcurrir de los siglos y se entrelazan con las de otras ciudades cercanas. Y así va avanzando esa civilización, hasta que un buen día, desaparece dejando los restos de sus templos, los restos de sus hogares y saturando el éter de voces, que cuentan sus hazañas y desventuras.

La ciudad nace, crece y desaparece dejando un legado, a semejanza de un ser vivo. Tan vivo, que dentro de sus construcciones alberga las idas y venidas de sus habitantes...Las envidias entre hermanos de los gobernantes que van a ir desencadenando traiciones e intrigas para hacerse con el poder. Los amores de dos jóvenes, de religiones distintas, que harán estallar altercados entre clanes, obligando a los implicados a cuestionarse la propia existencia, si no es posible vivirla con amor, y un largo etcétera. 

Los dramas se suceden entre los muros de la ciudadela, alimentados por dos fuerzas. La que incita y la que aplaca. La que hiere y la que sana. La fuerza que desea ir más lejos y la que prefiere quedarse. Son las  fuerzas que crean la vida, tejiéndose como una trenza.

Descarta alguna y no tendrás historias. Elimina la fuerza que incita, y la situación se irá estancando hasta morir. Suprime la fuerza que sana, y la herida crecerá hasta perecer. Excluye la fuerza que prefiere ir más lejos, y la que se queda se extinguirá por si sola.

Se necesitan las dos caras para tener la moneda completa. Se necesita el Cielo y la Tierra para que crezcan los árboles. 

Y en nuestras vidas pasa lo mismo. Nuestras historias se nutren de esas dos fuerzas, encarnadas en nuestros padres generalmente. El padre que alienta y la madre que deprime. La madre que acaricia y el padre que golpea. Y así con todas las cuestiones importantes, se nos muestra la dualidad y se genera el devenir y el desarrollo de la persona que normalmente se decanta por una de las fuerzas rechazando la otra, sin ser consciente de que ella misma es fruto de su entrelazado. 

En terapia, una inmensa cantidad de consultas tienen que ver con el rechazo de alguna de las fuerzas. Unos rechazamos el Yang, y otros rechazan el Yin. Y esa parte rechazada va a esconderse a la Sombra. No puede irse a otro lado porque forma parte de nosotros como nuestra dotación genética. Si rechazáramos la mitad de nuestros cromosomas (n), no existiríamos porque somos organismos diploides (2n). Por tanto si existimos, es que llevamos las dos mitades.

La inmensidad que Yo Soy, se alimenta de historias mensurables. Vidas que empezaron y acabaron y que persisten en la eternidad de mi Alma. Una tras otra se van sucediendo en el transcurrir de los eones y se entrelazan con las de otras almas cercanas. Y así va avanzando esta civilización, que Soy Yo. 

Cuando abandone este cuerpo, me gustaría llevarme integradas estas dos fuerzas. Si no lo consigo, repetiré la misma historia por pura resonancia. Si lo consigo, habré ampliado mi consciencia y estaré lista para proyectar, si para proyectar, una nueva historia. 

Desde aquí mi más cordial agradecimiento a María, Alberto, y en especial a Gema y Paco, de Libertad Emocional por su contribución a esta “visión”.

 



AutoraEva María Vergara Ucelay, licenciada en veterinaria y terapeuta en Descodificación Biológica Original.

Contacto: 644 13 65 18.

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