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Medicina energética

Portada del libro "Medicina Energética"Hace tiempo que queríamos hacer una reseña de este gran libro de James L. Oschman que fue publicado en inglés en el año 2000 por Elsevier Science y en castellano en 2008 por Uriel Satori, y por una u otra razón no encontrábamos el momento. Que llegase a nuestras manos el artículo "DNA waves and water"  (Las ondas de ADN y el agua) de 2010 del premio Nobel Luc Montagnier (descubridor del virus del VIH), en el que se trabaja con muchos de los conceptos expuestos por Oschman varios años antes, ha sido el acicate que necesitábamos para finalmente publicar esta entrada.

Medicina Energética es un libro de ciencia. Tanto por su estructura y rigurosidad: comienza con una revisión histórica del uso de los "campos energéticos" en la medicina, presenta observaciones de efectos de la "energía" en el cuerpo y postula hipótesis basándose en investigaciones publicadas por otros científicos (cada capítulo acaba con una extensa revisión bibliográfica); como por su imparcialidad, ya que, en ningún momento presenta las hipótesis como verdades incontrovertibles, sino como explicaciones que encajan lógicamente mejor que las del paradigma mecanicista-reduccionista de la vida imperante en la medicina oficial.

La idea principal propuesta por Oschman es que la "energía", a la que nombran y experimenta los sanadores, no es más que los campos bioelectromagnéticos propios de la actividad vital del cuerpo. Estos campos son muy débiles y por tanto difíciles de medir (hasta 1963 no se pudo medir el campo magnético en los tejidos), pero son críticos para el mantenimiento de la coherencia de los sistemas del organismo y éste está preparado (empleando efectos cuánticos y electrónicos) para generarlos y reaccionar al percibirlos. Hipótesis que ratifica la Dra. Candace Pert (de la que ya hemos hablado en esta sección) en el prólogo del libro:

"Esta es es una teoría plenamente compatible, tanto con los principios clásicos fisiológicos y electromagnéticos, como con la física electrónica moderna, es decir, es una teoría que no necesita invocar "energías sutiles" ni otras fuerzas misteriosas que normalmente carecen de racionalidad científica".

"El Dr. Oschman, con cuidado traza la historia de ideas desde distintos campos que apoyan su visión del cuerpo como un cristal líquido bajo tensión, capaz de vibrar ante un número de frecuencias, algunas de ellas en la gama de la luz visible".

Medicina Energética es un libro que os recomendamos sin lugar a dudas y para que os familiaricéis con los puntos de vista de James OschMan os dejamos una entrevista que le realizó el Dr. James Vallejo Quintero (original).

La entrevista

James L. OschmanEl investigador norteamericano James L. Oschman –experto en Biología Celular, Biofísica y Fisiología, áreas en las que ha trabajado en importantes universidades y laboratorios- y autor de obras como "Medicina energética: su base científica" y "Energy Medicine in Therapeutics and Human Performance"- sostiene que la ciencia puede explicar cómo la electricidad y los campos magnéticos de nuestros órganos –lo que ha permitido desarrollar dispositivos como los electrocardiogramas y los electroencefalogramas- fluyen desde nuestro cuerpo y pueden interactuar con el de los demás, tanto a nivel local como ¡a distancia! Y que las enfermedades pueden, pues, tratarse bioenergéticamente.

Durante dos décadas su especialidad fue el estudio de la microscopía de electrones, la estructura microscópica y la función de los diversos tipos de células y tejidos. Hasta que un doloroso problema de espalda, probablemente causado por estar flexionado sobre los microscopios durante largos períodos de tiempo, cambió su vida. Y es que para curarse usó la técnica conocida como Rolfing siendo el médico que le atendió quien encendió su curiosidad por la “energía curativa”, campo de investigación sobre el que no había escuchado nada en el ámbito académico. Oschman se preguntó entonces por qué los diversos e importantes descubrimientos que le contaban sobre las terapias energéticas nunca eran objeto de cursos o seminarios en los círculos académicos, por qué nadie en esos ámbitos quería hablar de la energía manejada por sanadores como herramienta terapéutica. Y su búsqueda de respuestas le acabó llevando a explicar en el lenguaje de los propios académicos que la rechazaban, las bases de lo que muchos denominan aún Medicina Energética, ignorando que toda terapia tiene sus raíces en los comportamientos bioeléctricos que a nivel celular se producen a cada milisegundo. Así que, si bien escuchó a muchos terapeutas y sanadores que parecían saber mucho de energías, decidió centrarse inicialmente en el estudio de los campos magnéticos y biomagnéticos por ser éstos indiscutibles y relativamente fáciles de medir. Un trabajo que sin embargo le llevó años y dio lugar a multitud de artículos y conferencias que finalmente plasmaría en dos libros -Medicina Energética: su base científica y Energy Medicine in Therapeutics and Human Performance- en los que brinda a los científicos academicistas más escépticos, a los terapeutas y al público en general la base teórica para explorar la Fisiología y la Biofísica de las denominadas medicinas energéticas. Porque para Oschman la base científica que sustenta la medicina clínica moderna es la misma que explica la existencia del aura o cuerpo energético.

Los electrones de la tierra y los procesos inflamatorios

P: Doctor, tenemos entendido que según sus investigaciones el flujo de electrones procedente de la tierra que causa una clara sensación de bienestar al andar descalzos sobre la hierba o la arena de la playa ayuda terapéuticamente hasta en los procesos inflamatorios. ¿Cómo es eso posible?

R: Son cada vez más los investigadores que consideran que la mayor parte de las enfermedades tienen su origen en procesos inflamatorios provocados por radicales libres y eso conecta las enfermedades crónicas con una situación que es describible en términos electrónicos o energéticos. Un radical libre es una molécula a la que le falta un electrón. Y sus efectos destructivos se explican en términos de rápidas y violentas reacciones que tienen lugar cuando las cargas eléctricas se redistribuyen entre las moléculas. Violentas reacciones que rompen los enlaces químicos responsables de la integridad de las paredes celulares de las bacterias, las membranas celulares, afectan al ADN, dañan el tejido conectivo y otras estructuras… Un ejemplo apreciable a simple vista de esa reacción violenta la vemos al encender un fósforo pues la llama es el proceso a través del cual el oxígeno rompe los electrones de los enlaces que mantienen unidos las moléculas liberando calor y luz. Todos estamos asimismo familiarizados con otro proceso similar aunque un poco más lento: la “quemazón” que tiene lugar cuando experimentamos el calor, enrojecimiento, hinchazón, dolor y pérdida de movimiento que suelen acompañar toda respuesta inflamatoria.

Bueno, pues diversas investigaciones -que cito en mis artículos y libros- demuestran que hay rápidos y profundos efectos antiinflamatorios en el hecho de restablecer y mantener un contacto eléctrico natural entre la tierra y el cuerpo humano. Dado que la inflamación es consecuencia de un déficit de cargas negativas cualquier mecanismo que aporte electrones en el lugar donde se desarrolla una lesión disminuye la probabilidad de que se inicie un ciclo de inflamación persistente. De hecho los medicamentos antiinflamatorios y los antioxidantes son moléculas cargadas eléctricamente que permiten transportar gran cantidad de electrones capaces de reducir el nivel de radicales libres en los lugares donde se desarrolla la inflamación. El problema es que esas moléculas antiinflamatorias pueden a su vez convertirse en radicales libres una vez donan sus electrones para neutralizar los radicales libres. Además los procesos metabólicos necesitan retirar el antioxidante que ha renunciado a su electrón y eso plantea nuevas exigencias al sistema energético del organismo. Nuestra hipótesis es que los electrones libres, sin embargo, pueden actuar directamente sobre los radicales libres sin las desventajas de las sustancias químicas antioxidantes. Y eso ocurre cuando nuestro cuerpo entra en contacto con la tierra que es una gigantesca fuente natural de electrones libres. En suma, los electrones libres actúan como antiinflamatorios y sin efectos secundarios.

P: En tal caso la tierra es una fuente inagotable de “antioxidantes”…

R: Nadie puede discutir científicamente que la superficie de la tierra posee una ilimitada y continua renovación de electrones libres. La superficie de la tierra es conductora de electricidad y mantiene un potencial negativo. Existen tres generadores eléctricos en el circuito global atmosférico: el viento solar que penetra en la magnetosfera, el viento ionosférico y las actividades meteorológicas. Es verdad que la conductividad de la tierra varía según el lugar y depende del agua y de su contenido en minerales así como de la vegetación y otros factores pero éstos tienen relativamente poco efecto sobre la capacidad de absorción de electrones mediante el contacto con la tierra. En pocas palabras, la tierra es una fuente de electrones y el sistema inmunitario funcionaría mejor si estuviéramos más en contacto con ella –es decir, descalzos- durante largos períodos de tiempo. El día en que empezamos a usar calzado nos aislamos de ella y desde entonces los niveles de estrés han aumentado y los de inmunidad han disminuido.

P: ¿Cómo pueden los electrones libres procedentes del campo terrestre fluir hasta los lugares dónde se están desarrollando procesos inflamatorios?

R: Existen estructuras de conducción de electricidad entre la superficie de la piel y los órganos y tejidos internos que hoy se utilizan en una amplia variedad de dispositivos de diagnóstico; como el electrocardiograma y el electroencefalograma. Estas técnicas utilizan electrodos en la superficie de la piel para detectar campos eléctricos generados por el corazón y el cerebro, respectivamente. Obviamente si hay un camino de conducción desde un órgano interno a la superficie de la piel el circuito trabaja también en la dirección opuesta, desde la piel hasta el órgano. Por otra parte, la conducción desde la piel hasta el interior del cuerpo está también demostrada por el éxito de diversas terapias que utilizan microcorrientes y frecuencias específicas. Esto da significado a una amplia gama de modalidades terapéuticas que ofrecen electricidad al cuerpo o que pueden provocar movimiento de los electrones dentro del organismo. Es posible que muchos de los beneficios de las terapias energéticas así como de los diversos dispositivos de medicina energética deban en parte su capacidad al hecho de que facilitan la movilidad y capacidad de los electrones para penetrar en las zonas inflamadas neutralizando los radicales libres que contribuyen a tantas enfermedades crónicas.

Toda la medicina está basada en la energía

P: ¿Podría explicarnos qué entiende usted entonces por Medicina Energética?

R: En cierto sentido, toda medicina es medicina energética. La Medicina Energética implica la comprensión de cómo el cuerpo crea y responde a campos eléctricos, magnéticos y electromagnéticos -incluyendo la luz y el sonido- así como a otras formas de energía como el calor, la presión, la energía química y elástica o la gravedad. Los médicos y científicos que reaccionan negativamente ante el concepto de Medicina Energética olvidan que hay muchas tecnologías médicas que utilizan diferentes formas de energía para el diagnóstico y tratamiento. Los rayos X y la resonancia magnética se hallan en la categoría del diagnóstico. Las medidas pasivas de los campos eléctricos producidos por el organismo también son importantes en el diagnóstico: electrocardiogramas, electroencefalogramas, electrorretinogramas y electromiogramas. Y cada una de esas herramientas de diagnóstico ha desarrollado recientemente una contraparte biomagnética: magnetocardiogramas, magnetoencefalogramas, magnetoretinogramas y magnetomiogramas. Y así sucesivamente. Los investigadores han desarrollado la biopsia magnética, la biopsia eléctrica y la biopsia óptica. Y estimuladores transcutáneos nerviosos, marcapasos cardiacos, desfibriladores, láseres, electrocauterizadores o campos magnéticos pulsantes son también ejemplos de modalidades terapéuticas que usan la energía y forman parte hoy de la medicina convencional.

P: Sin embargo al referirnos a la Medicina Energética estamos asumiendo la existencia de un campo de energía que rodea al ser humano y que por lógica puede influenciarse tanto localmente como a distancia para conseguir efectos terapéuticos. ¿Tiene alguna duda, desde su formación académica, de la existencia de ese campo de energía humano?

R: Hoy no puede haber dudas de la existencia del campo energético humano. En muy pocas décadas los científicos han pasado de la convicción de que no existen campos de energía alrededor del cuerpo humano a la certeza de que sí existen y son médicamente importantes. Por eso cada vez más médicos toman ya sus decisiones de tratamiento atendiendo a las mediciones de los biocampos.

El primer campo de energía humano que se documentó fue el del corazón y su investigación dio lugar hace ya casi un siglo al electrocardiograma gracias a Einthoven, Premio Nobel en 1924 por sus logros. Alrededor de un cuarto de siglo más tarde Berger midió el campo eléctrico del cerebro lo que dio lugar a la electroencefalografía. Posteriormente la investigación de los propios Einthoven, Berger y otros establecería que el corazón y el cerebro producen campos bioeléctricos que viajan a través de los tejidos del cuerpo y se pueden registrar con electrodos en la superficie del cuerpo. Hay una ley fundamental en Física, la Ley de Ampère, que dice que cuando las corrientes fluyen a través de conductores -sean cables o tejidos vivos- se producen campos magnéticos en su entorno espacial. Y dado que los tejidos vivos son conductores de electricidad las leyes de la Física requieren que las corrientes creadas por el corazón y otros músculos así como el cerebro y los nervios periféricos produzcan campos en el espacio alrededor del cuerpo. Son los llamados campos biomagnéticos. Pues bien, el campo biomagnético del corazón fue medido en Siracusa (Nueva York) en 1963 con dos bobinas, cada una con dos millones de vueltas de cable. Mientras, casi al mismo tiempo, tenía lugar en Cambridge (Inglaterra) un descubrimiento que revolucionaría las mediciones de los campos biomagnéticos y permitiría ganar el Premio Nobel a Brian Josephson una década más tarde gracias al desarrollo de un magnetómetro muy sensible llamado Squid (Superconducting Quantum Interference Device). Hablamos de unos magnetómetros que desde entonces se utilizan en laboratorios de investigación médica de todo el mundo para estudiar campos de energía humanos; son los casos de la magnetoencefalografía y la magnetogastrografía.
El campo biomagnético, por tanto, deriva de la corriente eléctrica pulsante creada por los tejidos. Por lo que el campo de energía global, visto desde la distancia, sería un compuesto de todos los campos; el más grande el del corazón. Y como quiera que la sangre es muy buena conductora de electricidad el conjunto del sistema circulatorio pulsa con electricidad cada vez que el corazón late.

La segunda fuente más potente de electricidad es la retina que actúa como una gran batería que cambia la polaridad cuando la luz cae sobre ella. Y el tercer campo más fuerte es el que producen los diversos músculos. Con los más grandes produciendo campos grandes y con los diminutos -como los que mueven los ojos- produciendo campos pequeños. El campo del cerebro tiene la milésima parte de fuerza que el del corazón. E insisto: el campo energético del cuerpo es el resultante de la combinación de todos esos campos.

P: ¿Los electrones que absorbemos desde la tierra pueden modificar nuestro campo energético?

R: Probablemente, aunque no haya estudios que lo certifiquen. Dado que los electrones sirven para conducir corrientes y el principal campo electromagnético está producido por el corazón éste debe expandirse con la afluencia de electrones.

P: ¿Teniendo en cuenta entonces la existencia del cuerpo energético como la suma de los campos de todos los órganos y tejidos puede entonces hablarse de curación energética?

R: Ese concepto ha sido durante mucho tiempo contestado en círculos académicos pero las actitudes están cambiando debido a algunas investigaciones médicas básicas. Gran parte del mérito se debe a C. Andrew, a L. Bassett y a sus colegas de la Universidad de Columbia en Nueva York (EEUU) por su persistencia en la superación del escepticismo y los enormes obstáculos administrativos para que la terapia de campo electromagnético pulsante sobre los huesos se incorporara a los tratamientos médicos. La investigación demostró que ciertos campos magnéticos pueden acelerar el proceso de curación en fracturas que no han podido curar, incluso después de cuarenta años. Bassett y sus colegas también investigaron el uso de estos campos electromagnéticos pulsantes sobre otros problemas musculoesqueléticos como la osteoartritis, la osteonecrosis y la osteocondritis teniendo un éxito considerable. Las frecuencias que son capaces de estimular la reparación tisular se encuentran en el rango biológico de frecuencia extremadamente baja (ELF). Dos ciclos por segundo (1 ciclo = 1Hz) son efectivos para la regeneración nerviosa, siete Hz son óptimos para el crecimiento del hueso, diez Hz se utilizan para los ligamentos y frecuencias algo más elevadas para la piel y capilares. Pero no podemos quedarnos ahí. Si avanzamos un paso más en el mundo de la Física llegaremos a la Ley de la Inducción de Faraday, una ley básica del electromagnetismo. Faraday demostró en 1831 que un imán en movimiento cerca de un conductor induce un flujo de corriente eléctrica en el conductor. Es decir, campo eléctrico y campo magnético van unidos. Tal es de hecho la base de la moderna Magnetobiología, disciplina que explora los efectos de los campos magnéticos en los sistemas vivos. Lo importante de todo esto en cualquier caso es que explica científicamente la eficacia de terapias como el Reiki o curación mediante imposición de manos merced a la trasferencia de energía humana, la Acupuntura, el equilibrado del aura, la terapia sacrocraneal, la Terapia de Polaridad y tantas otras. Mire, en un valioso estudio el Dr. John Zimmerman constató que el pulso de campo producido por las manos de los profesionales del llamado toque terapéutico no es constante en su frecuencia sino que varía por instantes a través de la misma gama de frecuencias en la banda ELF que los investigadores médicos han identificado como eficaces para iniciar o acelerar el proceso de curación de los distintos tejidos que han investigado. Parece pues probable que uno de los efectos de las distintas terapias energéticas, de contacto y no contacto, sea introducir en los tejidos la misma frecuencia sanadora que los investigadores médicos han identificado como claves en la curación de los tejidos.

P: ¿Y cómo se llevaría a cabo el proceso curativo?

R: El descubrimiento de que los campos magnéticos pulsantes pueden estimular la reparación de los huesos y otros tejidos llevó a toda una serie de cuidadosos estudios sobre la forma en que funcionan. Como resultado tenemos una detallada comprensión de cómo los campos de energía pueden poner en marcha el proceso de curación en diferentes tejidos. De hecho hay varias hipótesis plausibles bajo investigación pero voy a describirle la que ha sido estudiada con mayor profundidad. Hay dos partes en esta historia. En primer lugar tenemos una imagen detallada de la cascada de reacciones que tienen lugar desde la superficie de la célula al citoplasma y al núcleo, a los genes, en donde los efectos selectivos sobre el ADN ya se han documentado. En segundo lugar existe un fenómeno llamado de amplificación que permite a un campo muy pequeño producir un efecto grande. Una sola molécula hormonal, un neurotransmisor o un simple fotón de energía electromagnética, puede desencadenar una respuesta celular. Uno de los principales pasos en el proceso de amplificación es la activación de un canal de calcio a fin de que cientos de iones de calcio inunden la célula donde diversos procesos celulares implicados en la reparación de tejidos que han sido dañados se reactiven. El aspecto más importante de esta investigación es que campos muy pequeños pueden producir grandes efectos. Y es que los tejidos vivos son en realidad mucho más sensibles a los campos externos de lo que nunca imaginamos. Infiero por ello que las terapias energéticas son valiosas para prevenir e incluso curar algunas de las más graves enfermedades. De hecho estoy convencido de que muchas de ellas pueden tratarse bioenergéticamente sin necesidad de fármacos.

Estas terapias actúan además preparando el terreno para permitir que las células puedan migrar hasta aquellos lugares en que son más necesarias para efectuar una reparación. Por otra parte generan confianza y transmiten calma al enfermo lo que hace que su sistema inmunitario funcione mejor.

Emociones e intenciones

P: ¿Y cómo interactúan estados de ánimo como la tranquilidad, la ansiedad o las distintas emociones con los campos energéticos?

R: El Instituto HeartMath realizó un estudio pionero sobre la relación entre los campos energéticos del corazón y los estados emocionales viendo, en esencia, que los sentimientos de amor, compasión y aprecio producen armónicos particulares en el espectro de frecuencia del electrocardiograma que afectan beneficiosamente a cada célula del cuerpo. Por su parte, el miedo, la ira y la ansiedad afectan negativamente el campo y eso también se comunica a través de vías energéticas a cada una de las células del cuerpo. En suma, los sentimientos modifican –positiva o negativamente- el campo eléctrico del corazón. También constató que las frecuencias de los sentimientos positivos se pueden trasmitir hacia las manos a través de los nervios -pero sobre todo a través del sistema vascular conductivo- pudiéndose luego transmitir desde ellas biocampos sanadores en el paciente.

Agregaré que los nuevos conocimientos en Epigenética enseñan que al parecer tanto lo que pensamos sobre nosotros mismos como las palabras emitidas por la gente que nos rodea pueden provocar cambios en las moléculas de ADN. Se dice por eso que el ADN de cada célula del cuerpo “escucha” cada palabra que se pronuncia. Por lo que la matriz vital vibratoria, el sistema vital que lo une todo en el organismo y que permite la trasmisión de oscilaciones biológicas desde las membranas celulares al ADN, probablemente desempeña un papel clave en la entrega de las vibraciones de nuestras palabras y pensamientos a cada molécula de ADN del cuerpo. Ahora bien, esto sí es una hipótesis que necesita ser probada.

P: ¿Y en qué medida la intención del terapeuta cuenta en la curación?

R: Hay consenso entre los terapeutas de que la intención sí influye. Una vez leí una historia sobre un cirujano que antes de operar reza y visualiza que la operación será un éxito. Y al parecer obtiene grandes éxitos en operaciones muy complicadas. Hay asimismo aspectos del Reiki que son como una oración. Sería un punto de vista espiritual con un componente científico. En Estados Unidos hay ya mucha gente que antes de ser operada pide someterse a sesiones de Reiki. Ciertamente es bonito tener a una persona contigo que te calme, que te tranquilice, pero es que todo indica que ese simple contacto humano mejora el sistema inmunitario del enfermo. Numerosos cirujanos han comprobado que funciona y los pacientes necesitan menos tiempo y medicación para recuperarse.

P: Lo que afirma parece implicar que la oración puede tener efectos terapéuticos incluso a distancia…
R: Ciertamente. Solo que hoy podemos apoyarlo científicamente con la Física Cuántica. Por ejemplo, con el fenómeno de las ondas escalares. Hablamos de unas ondas que tienen la extraordinaria propiedad de afectar a la estructura del espacio en todo el mundo instantáneamente; es decir, no se desplazan linealmente, no hay “velocidad” y, por tanto, sus efectos no disminuyen con la distancia. La existencia de las ondas escalares se propuso hace ya un siglo pero los físicos no acabaron de contemplarlo como una posibilidad real hasta hace poco. Hoy, sin embargo, como cada vez hay más evidencias experimentales de curaciones a distancia y de los beneficios reales de la oración su existencia ha vuelto a ser retomada. Y es importante porque muchas de las terapias complementarias están descubriendo que la sanación que funciona a nivel local también se puede realizar a distancia.

Otra perspectiva valiosa proviene del doctor Milo Wolff, un físico cuántico que ha descrito la interdependencia de toda materia con el resto de la materia del universo. Según postula cada partícula existente depende de las interacciones entre sus propias ondas y las provenientes de todas las demás partículas del universo.

Otros aspectos interesantes son la denominada Inseparabilidad cuántica o no-localización –según la cual todos los objetos cuánticos que alguna vez han interactuado siguen siempre de alguna forma en contacto-, el Teorema de Bell -fenómeno cuya realidad estableció experimentalmente en 1983 el equipo francés de Alain Aspect- y la Paradoja Einstein-Podolski-Rosen.

El experimento que demostró la no-localización cuántica se hizo con átomos de calcio puestos en un estado inestable de energía a fin de que emitieran un par de fotones idénticos que viajaran en direcciones opuestas a la velocidad de la luz. Porque en realidad eso implicaba que se separaban –al ir en direcciones opuestas- al doble de la velocidad de la luz. Pues bien, la tecnología moderna ha permitido seguir a esos dos fotones mientras se separaban y su comportamiento es muy extraño ya que cuando uno de ellos pasa a través de un polarizador –lo que cambia una propiedad llamada espín- resulta que el espín del otro fotón cambia también de forma instantánea. Y eso parece indicar que el primer fotón envía a su doble un mensaje que describe lo que sucede con él, no importa cuan lejos esté uno del otro o la rapidez con la que se estén separando. Solo que como la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein postula que no hay nada que pueda ir más rápido que la velocidad de la luz la conclusión es que tiene que existir algún medio de comunicación instantáneo entre esos dos fotones que alguna vez estuvieron juntos en el átomo de calcio. Einstein llamaría a ese fenómeno “acción fantasmal a distancia”. Es como si la separación de esas partículas fuera una ilusión y una vez estuvieron vinculadas deban estar siempre emparejadas. Los físicos cuánticos entienden que como toda la materia en el universo estuvo una vez reunida en un mismo lugar, antes del Big Bang, toda ella sigue estando interrelacionada. Los conceptos de Milo Wolff describen la base para ello. La discusión de este tema continúa en el mundo de la Física. Algunos aceptan la no localización cuántica y otros simplemente la rechazan.

P: ¿Se ha sentido alguna vez un “bicho raro” defendiendo entre sus colegas academicistas la base científica de prácticas milenarias como la sanación energética, el poder de la oración o la existencia del aura?

R: No. Sobre ciencia se puede discutir y discrepar todo. Por ejemplo, yo puedo explicar a través de la Medicina Cuántica por qué la oración funciona a distancia y habrá gente, físicos cuánticos incluidos, que no estarán de acuerdo conmigo pero otros dirán que ven cada día en sus laboratorios la interacción entre elementos que están separados en la distancia. No habrá acuerdo completo pero es así como la Ciencia progresa: a partir del examen de nuevas hipótesis aunque sea para descartarlas. He llegado a entender lo que impide a la comunidad científica asumir todo o parte de lo que hemos estado hablando: para discutir inteligentemente sobre electrones uno tiene que saber al menos algo de Física Cuántica. Y muy pocos biólogos comprenden lo suficiente de ella como para poder conversar sobre aspectos electrónicos de la Biología. Lamentablemente esto sigue siendo así hoy. Y no porque la Física Cuántica sea difícil o poco importante. La penosa verdad es que rechazar toda nueva idea, la entiendan o no, es un comportamiento típico de muchos científicos. La mayoría son de hecho escépticos profesionales. En su ya clásico libro La estructura de las revoluciones científicas Thomas Kuhn describió cómo los paradigmas científicos dominantes rigen el pensamiento de generaciones enteras de científicos y les enseñan qué investigaciones son dignas de estudio y cuáles no. Pero a nivel íntimo me siento bien porque estoy haciendo Ciencia.

Y explicándola, añadimos nosotros a sus últimas palabras. Antes de despedirnos, por cierto, Oschman nos sugirió que recomendáramos a nuestros lectores ver la película "La Matriz de la Vida" (The Living Matrix) -que no tiene nada que ver con la saga The Matrix de Keanu Reeves- como ejercicio fundamental para entender por dónde va a transcurrir la medicina del futuro. ¿Lo han intuido ya? Pues va… ¡sobre electrones!

La Matriz de la Vida (The Living Matrix)