El Dr. Evangelos Michelakis es Profesor de Medicina y Vicepresidente del Departamento de Investigación...
La conexión intestino-cerebro es poderosa
El Dr. Emeran Mayer es gastroenterólogo y profesor de medicina de la Universidad de California de Los Angeles (UCLA) y en su primer libro describe la profunda conexión entre el microbioma intestinal y nuestro cerebro. El tema no es nuevo en esta sección, por ejemplo en Bacterias y bebés, se mostraba cómo células del sistema inmune transportaban bacterias del intestino hasta las glándulas mamarias para que sean añadidas a la leche materna, o en Tenemos 5 cerebros, el Dr. Marco Ruggiero nos explicaba que el cerebro tiene su propio sistema linfático conectado directamente con el sistema nervioso y un microbioma característico, introducido a través de la barrera hematoencefálica por células del sistema inmune, que transportan a las bacterias desde el intestino. Pero es interesante la aportación de Mayer recalcando que:
[...] lo mejor que pueden hacer para cuidar de su salud es practicar algún tipo de meditación [...] Si eres una persona muy estresada y sufres ansiedad, es muy importante que sigas una buena dieta, equilibrada, muy rica en verduras y frutas. [...] Eso sí, cuando la gravedad del estado del paciente es superior les recomendamos que sigan una terapia psicológica cognitiva.
Aunque, como ya te puedes suponer, nosotros defendemos que no solo es efectiva ese tipo de terapia, sino que incluso puede ser necesario mejorarla, como en casos de estrés post-traumático.
En resumen, más evidencias de la simbiosis en la que vivimos con los microorganismos que nos debe llevar a replantearnos los tratamientos actuales de las enfermedades, a base de químicos y el uso indiscriminado de antibióticos y vacunas, abriéndonos a otros enfoques más integrales como la biodescodificación.
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Trastornos digestivos como el síndrome de intestino irritable, o neurológicos, como la depresión o el Alzheimer, pueden tener su origen en las alteraciones de la microbiota intestinal.
El doctor Emeran Mayer es uno de los mayores expertos mundiales en las comunicaciones entre cerebro y sistema digestivo, investiga el efecto de distintas técnicas psicofísicas y él mismo las practica. Es gastroenterólogo, profesor de la Universidad de California Los Ángeles, y codirector del Centro de Investigación de Enfermedades Digestivas.
La ansiedad o el bienestar pueden originarse en el aparato digestivo
P: Se suele decir que el aparato digestivo es nuestro segundo cerebro.
R: Y así es. La conexión intestino-cerebro, mente-cuerpo, es poderosa. Me parece maravilloso porque relaciona nuestro organismo con el entorno, con el medio en que vivimos. Nos conecta. La ansiedad o el bienestar que sentimos pueden tener su origen en el aparato digestivo. Por no hablar del efecto de los antidepresivos…
P: ¿Qué ocurre con ellos?
R: El prozac y otros similares puede que actúen en el intestino y no en el cerebro, como se cree. Estos fármacos tratan de aliviar la depresión aumentando los niveles de serotonina. La mayoría de expertos considera que ese extra de este neurotransmisor en el cerebro es lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo. Pero el 95% de la serotonina en el organismo se encuentra en el sistema digestivo. Podría ser que esos fármacos estimularan la producción de serotonina en el intestino y cambiaran las señales químicas que se envían por el nervio vago al cerebro.
P: El intestino influye sobre el cerebro, ¿y al revés?
R: También. Sabemos que el cerebro influye en los mediadores del estrés en el intestino y eso hace que cambien los microbios que albergamos.
P: ¿Hay algún momento en la vida en que esa relación entre cerebro e intestino sea más relevante?
R: Hay dos momentos en los que las bacterias desempeñan un papel más importante. En primer lugar, durante los primeros meses o años de vida, que es también cuando se está desarrollando el cerebro; en ese periodo, por ejemplo, el estrés de la madre o una infección puede afectar a la microbiota del niño. Y en segundo lugar, al final de la vida, cuando se producen enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer o Parkinson, pues los cambios en la microbiota y en el intestino comienzan antes de que empiecen los síntomas neurológicos en ambas enfermedades.
P: ¿Qué suele recomendar a sus pacientes con trastornos como el síndrome de colon irritable?
R: Que lo mejor que pueden hacer para cuidar de su salud es practicar algún tipo de meditación, como mindfulness, también yoga o alguna técnica de reducción del estrés. Asimismo, claro está, que vigilen su alimentación. Si eres una persona muy estresada y sufres ansiedad, es muy importante que sigas una buena dieta, equilibrada, muy rica en verduras y frutas. Es como un pez que se muerde la cola: si sientes ansiedad, eso provoca en el intestino contracciones y secreciones que cambian la microbiota intestinal y entonces esta produce diferentes metabolitos que van al cerebro. Y así.
P: ¡Un círculo vicioso!
R: Pero se puede romper, tanto por arriba, actuando sobre el cerebro, como por abajo, haciéndolo sobre el intestino. La meditación es una excelente manera de conseguirlo y, además, a los pacientes les encanta. Eso sí, cuando la gravedad del estado del paciente es superior les recomendamos que sigan una terapia psicológica cognitiva. Justo ahora estamos haciendo un estudio para averiguar si la meditación y la terapia cognitiva modifican la comunidad de bacterias de su intestino. ¡Son tiempos realmente fascinantes en medicina!
Artículo original en gutmicrobiotaforhealth.com
3 AGO 2016 | Kristina Campbell
Hasta ahora, la medicina y la ciencia han tratado la digestión y las emociones por separado, como si se tratara de puntos diseminados de un mismo mapa. La expresión inglesa «gut feeling», que significa instinto o corazonada, pero cuya traducción literal es sentimiento visceral, ilustra perfectamente esta percepción de la conexión entre las tripas y el cerebro. Y, sin embargo, la realidad es que la fisiología del intestino, los microbios y la mente siempre se han estudiado de forma independiente. Por ello, cuando usted se queja a su médico de estreñimiento y de depresión, acaba seguramente con dos recetas diferentes, resultado de dos conversaciones diferentes.
En su nuevo libro, The Mind-Gut Connection (la conexión entre el intestino y la mente), el gastroenterólogo y profesor de medicina de la Universidad de California de Los Angeles (UCLA) el Dr. Emeran Mayer comienza a relacionar estos puntos tan apartados de forma muy habilidosa. Mayer utiliza el libro para explicar las diferentes maneras en que se comunican el intestino y el cerebro, con una mención especial a la ciencia emergente sobre el importante papel de la microbiota intestinal.
La curiosidad genuina de Mayer por sus pacientes parece haber sido el detonante de esta carrera de investigador centrada en el eje intestino-cerebro. Tomó muy en serio los extraños síntomas de sus pacientes: súbitos e inexplicables vómitos matinales, ansiedad extrema acerca de depósitos tóxicos en el colon… Este libro es la culminación de una vida en busca de ampliar sus conocimientos.
En la primera parte, Mayer explica detalladamente cómo los mensajes circulan de arriba para abajo y viceversa (aunque la mayoría hacia arriba) entre el sistema digestivo y el cerebro. Estos mensajes se envían por diferentes medios: neuronas, «la autopista de la información» del nervio vago y ciertas moléculas de señalización de las células inmunitarias. Uno de los capítulos está dedicado al «habla de los microbios»: la contribución de la microbiota intestinal a la comunicación entre el intestino y el cerebro. Ante el flujo constante de información que les llega sobre el estado emocional y los niveles de estrés de su huésped, los microbios intestinales reaccionan esencialmente ajustando su producción de metabolitos.
Más adelante, el libro explora las interacciones entre la mente y el microbioma intestinal y la manera en que modulan las experiencias emocionales día a día. Aquí Mayer hace hincapié en la influencia de los acontecimientos tempranos de la vida en el diálogo entre el intestino y el cerebro, una idea sustentada por unas investigaciones fascinantes realizadas con roedores. Llega incluso a especular con que la ciencia podría revelar un papel fundamental de la microbiota intestinal a la hora de determinar la duración y la intensidad de nuestras emociones cotidianas.
Una tercera parte de la obra trata sobre la optimización de la salud del eje cerebro-intestino. Mayer explica cómo la dieta desempeña un papel en el modelado de la microbiota intestinal. Para ello se inspira de la investigación en grupos culturales con dietas completamente diferentes a la de la típica persona norteamericana. Las diferencias en la dieta podrían incluso llegar a moldear la comunicación entre el cerebro y el intestino: el capítulo nueve, por ejemplo, recalca las pruebas aplastantes sobre los mecanismos por los cuales las dietas ricas en grasas podrían dañar el cerebro. El libro insiste a continuación en la necesidad de volver a la dieta mediterránea así como a los alimentos fermentados beneficiosos para la salud.
En el capítulo final, el autor hace varias recomendaciones, algunas de las cuales se basan en pruebas y otras (como la de comer productos orgánicos) parecen responder a preocupaciones claramente californianas. Pero todas estas exhortaciones resultan muy útiles, como por ejemplo, la de «disfrute de las comidas en compañía», un recordatorio del modo de vida acelerado de las familias actuales.
En «The Mind-Gut Connection», Mayer demuestra poseer un buen manejo de la ciencia en un ámbito en el que ceñirse a los hechos resulta complicado. Lo fácil hubiese sido trazar unas líneas entre esos puntos de forma descuidada, como con un rotulador, para luego (tal y como lo hacen otros) intentar vender el resultado.
El punto fuerte de Mayer en esta primera obra tan popular es sin duda su contención a la hora de ofrecer un punto de vista científicamente equilibrado sobre cómo los microbios intestinales contribuyen a la comunicación entre el cerebro y el intestino. En efecto, no sostiene estar en posesión de una cura milagrosa para la depresión o los ataques de pánico. Tan solo cuenta cómo se toma la molestia de explicar esas conexiones entre lo que sienten en sus mentes y lo que experimentan en sus cuerpos a los pacientes que sufren esas enfermedades. Lo cual parece darles cierto ánimo y esperanza. Son pequeños detalles, pero nada triviales.
Referencias:
Mayer E. The Mind-gut connection: How the hidden conversation within our bodies impacts our mood, our choices, and our overall health. New York, NY: Harper Wave; 2016.
Palabras clave: eje intestino-cerebro, digestión, emociones, comunicación, mente, microbiota intestinal, humor, dieta, Emeran Mayer